jueves, febrero 11

Piedras


Trataré de escribir cuando vengan las musas, trataré de invocarlas escribiendo, trataré de inventarlas dibujando mentalmente los trazos de paisajes oníricos, esbozando danzas y juegos de ninfas en riachuelos de mi memoria donde antaño recogí cantos rodados. Regalos de un buen tiempo, piedras con almas amigas que guardan las voces del bosque que un día fue refugio, hoy envueltas en un manto de nostalgia, cercanas al tacto y ajenas a mi vida.
Piedras que recuerdan un camino ya andado, que de vez en cuando recupero de la niebla espesa de los olvidos inconclusos y con las que construyo, como en juegos de niños, posibles caminos por andar, sumergida en la momentánea inconsciencia de que no seré yo quien coloque las piedras previamente, sino mis pasos los que decidan cuál pisar. Mientras tanto la vida es un caótico deambular sobre un puzzle calcáreo en el que faltan piezas y, las que aún quedan, perdieron las aristas a encajar, la tradición y el tiempo las fue erosionando y a pesar de buscar combinaciones secretas siempre hay huecos por tapar.
El miedo que nos queda a los que hemos de andar es el de saltar entre piedras y caer al vacío, el paso en falso, la falta de respuesta. Y en ese límite con la nada que nos aterra, miramos hacia atrás, deshilachando recuerdos, entresacando matices difusos y emborronando nuestra memoria con invenciones que rellenen huecos del pasado. Porque no hay un continuo, hubo nadas antes que nuestros pasos ocuparon, hubo vacíos en los que, en el espacio aparentemente seguro de la memoria, vertemos fantasías nuevas a cada rato.
Lo mismo que erosionó las aristas del puzzle, en nuestro interior merma la facultad de crear, nos obliga a creer que algún día hubo aristas, que antes el puzzle era completo y que debemos buscar el sentido que tuvo en principio para responder a un enigma que tampoco conocemos.
Me sorprendo tantas veces buscando sentidos que sé que no existen que olvido la belleza de una metáfora a tiempo, olvido sentir las piedras húmedas bajo mis pies descalzos y cómo en silencio, a la orilla del río, el fluir cadente del agua construye un bucle de presentes, presentes continuos en un instante eterno, huida de pasados y futuros, evasión del tiempo.
Esa orilla es caos y falta de estructura, carencia de sentido, paso en falso. El placer de escapar de las respuestas y el tomar consciencia del error del preguntar concreto, regodeo en los huecos entre piedras que, porque no encajan, son suaves al tacto.
Nos queda, en el camino, detenernos en los detalles de las piedras que pisamos, disfrutar de aquello que las hace únicas y quedarnos con ello en lo que es, sin buscarle un sentido ulterior, porque sólo así es intenso y brinda realidad.
Y zambullirnos en los huecos y las grietas, un espacio donde llenar nuestros pulmones de libertad, el lugar donde se hace patente la inspiración, un sitio donde crear incluso verdad y tiempo, la casa de las musas.
Debemos escapar del yugo que intenta barnizar de arte la imitación, y ser libres al fin para admirar las aristas romas y suaves en las piedras del camino, deleitarnos en esos límites de la nada aparentemente acechante, introducirnos de lleno en la falta de respuesta para crearnos una a nuestra medida, sin pensar en sentidos previos, sin querer responder más enigma que el propio camino, y sólo de esta forma, vivir en los matices, fundamentos pequeños, normalmente ignorados, de lo real del caminar despierto.


1 comentario:

  1. Me encanta! con el toque nostálgico que te caracteriza... lo tomo como una contestación :)

    Te echo de menos!
    Tu "betadine" para las caídas! :)

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