miércoles, febrero 3

Caminado a oscuras

Nacer en una ciudad donde la pobreza no es lo cotidiano, donde el humano primermundista y adaptado plenamente a una microesfera llamada civilización, condicionada por la sociedad de bienestar, su burocracia, su economía, su política, su religión y su ley, decae en megalomanía, en una psicosis surrealista perceptiva, pero no por ello deshumanizada y cohíbe al ser humano de comprender lo que ya ha dejado de ser suyo, el afuera.
La búsqueda continua de una personalidad, quizás permite empatizar con gente diferente a ti pero que no es percibida como tal, sino como algo a lo que volitivamente se pretende ser.
Estética como placer, como bueno, como amor. Amar porque te satisface, porque lo contemplas como sublime y como deseo de ser poseído y por ende como algo a lo que uno quiere llegar a ser. Pero el deseo es confuso, puesto que los referentes culpables del estímulo son ideales contingentes y subjetivos, no pueden ser vistos desde un punto de vista contaminado por la percepción de ser uno mismo y no ser el otro, y es ahí donde comenzamos a crear las barreras cognoscitivas, de manera natural.
Desestructuralizarse nitzscheanamente es sencillo cuando sales de la burbuja a otra radicalmente diferente y no permaneces en ella mucho tiempo, sino que sigues cambiando continuamente de esfera, de plano de acción, de estímulos, de intereses, de Leit motiv, hasta desintegrar lo conocido y alcanzar así, mediante la heterogeneidad de experiencias, un caos que poco a poco debe comenzar a reestructurarse en una nueva concepción de ti mismo y de lo que te rodea. Es ahí donde comienza el aprendizaje humanizador, la madurez, la búsqueda del quién.
Cuando el mundo se presenta con claridad y distinción, comprender tu historia, qué eres por venir de dónde vienes, comprender el sentimiento común al que perteneces temporalmente y los demás enfoques plausibles, comprender que la estupidez humana es bella, por el hecho de no ser estupidez, sino ignorancia, no tanto de saber, como de experiencia; una caja que aunque no esté vacía no es consciente de la embergadura de su posible contenido y por ello un diamante en bruto digno de admiración, comprender que relativizar es un proceso natural cognoscitivo del ser racional y no excluyente del determinismo filosófico, por el hecho de ser un proceso natural y biológico ya que la impotencia del no conocer, o no poder justificar racionalmente la vida es entendible en tanto que a límites del conocimiento, y estos límites determinan dichas percepciones relativas; todo este comprender permite asumir que uno no es un ser perfecto, un ser divino, un ideal.
Legitimando el determinismo, el hombre es, pero es hasta un límite, no sólo temporal y fisiológico vulnerable a toda la mierda psicológica consecuencia de vivir en una sociedad civilizada, sino que es hasta que puede ser, en tanto que ser racional, y pretender ser lo que no es es sólo el sesgo de ser un ser humano y no otra cosa, siendo esto esencia imperfecta, frágil y vulnerable al victimismo de vivir en sociedad, de ser el hombre el lobo del hombre.
Superar la metafísica, salir al afuera, destruír el nido, permite un estado sensual de poder, con una contradicción, la del nomadismo, la deslegitimación de una jeraquía sedentaria que te otorgue un poder real sobre otros en una misma comunidad. Un estado donde tú eres lo sublime.
Y la humildad de sentirte igual en forma, aunque diferente en contenido es tu armazón en contra del peligro del narcisimo, de la divinización del concepto de ti mismo, de tu deshumanización, es la experiencia la que armoniza tu existencia con la del otro, la que te permite amar y desear, ser amado y deseado, lo que te permite ver lo sublime en tí, mediante lo sublime en el otro y viceversa.
El estado creativo, el medio artístico como perteneciente al ser humano, no sólo por la posibilidad de la creación estética sino también por la capacidad racional del juicio estético es según creo, un buen punto de partida, para comprender que la expresión humana, mediante lo bello, cobra forma en cuanto que heterogéneo y diverso. El arte es y será el gran incomprendido mediante la limitación cognoscitiva del hombre, resultado de la pregunta qué es arte, qué es bello, como algo definible por el lenguaje natural.
Que uno pueda comprender lo natural como obra artística, es algo tan absurdo como pretender que la naturaleza, en tanto que arte, haya sido creada por un artista. El concepto en el arte no marca la exclusividad del hecho de ser arte. Algo puede ser bello sin ser comprendido siendo un reflejo del mundo real, el mundo que el hombre ha creado, bello por carecer de un sentido universal, sólo contingente y tratar de definirlo y comprenderlo sería mutilarlo, sería creer que todo en el hombre tiene una función predestinada, que todo es por y para algo sin considerar la dirección del sentido como propia del juicio personal, que la vida no es efímera y que el hombre actúa sobre el hombre como algo ajeno a él. La capacidad humana de amar, de empatizar y de comprender al otro sin llegar nunca a ser el otro sería la primera víctima de la mutilación (intentar creer que los pezones en el varón pueden tener utilidad mamaria).
No todo tiene un sentido, pero no por ello todo es absurdo. El sentido es volitivo; el sentido es la búsqueda del mismo; el sentido de ser es ser, comprender lo que eres antes de comenzar la búsqueda de un quién eres, pues el quién, llega con el sentido y para encontrarlo, la búsqueda debe comenzar, siendo consciente de que el camino sólo se construye cruzándose con los caminos de los demás y que los demás caminos no son el tuyo; llegar al final, encontrar el quién y compartir tus pasos con aquellos que has elegido amar, aquellos que has tratado como prioridad y no como opción, aquellos a los que has contemplado como bellos y te han abrumado hasta el punto de no dejar de caminar es lo que da realmente sentido para comenzar el camino, comenzar a vivir, a ser hombre sublime y feliz, para llegar a ser glorioso en la cumbre.

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