lunes, noviembre 9

A media noche

El cómodo letargo,
que en exquisitos momentos
de exquisita conciencia
uno vislumbra como fluorescencia
en un lúgubre sendero,
agota cada ceño frucido
y cada virgo descosido,
para dibujar en la arena
el esquema de un grotesco destino,
que desaparece en sal diluído
con cada ola sobre el camino clandestino.
Sólo ahora con luz selenita,
camino entre tus dedos,
que presionan a los míos
gritando a pleno pulmón versos obscenos,
disfrazados de civismo
construyéndome alas
inmunes a las balas
de un legítimo abismo
entre las sábanas,
porque en el campo de batalla,
donde irracionalmente existe la nada,
el todo se convierte
en mi último intento de emboscada
para caer otra vez derrotado en tu mirada,
y mi pecho, ahora nervioso por estar cercano
de un modo absurdo a tu mano,
se detiene un instante en vano,
para así descansar,
en la última caricia del azar.