lunes, agosto 23

Carta al Tiempo


Planeta Tierra, 23 de Agosto de 2010


Decían en Alemania un dicho muy recurrente: "Besser spät als nie", y llama la atención que este “más vale tarde que nunca” se me quedase grabado en el país de la puntualidad. La verdad es que esta carta responde un poco a mi creencia en ese dicho y como materialización de mis disculpas hacia vosotros intentaré en la medida de lo posible responder a la incógnita de mi desaparición y a la más interesante, mi regreso.

Querida “Heavy” y querido “Primo”:

Aunque sería un poco incoherente responder únicamente a vuestra carta de una antigüedad de más de casi un año, no dejaré de hacerlo para guiarme en la exposición del año más intenso de mi vida a nivel emocional, intelectual, espiritual y físico en general. Supongo que la mayoría de las palabras que habéis escrito en esas cartas se han borrado en vuestro yo consciente, pero seguramente no en vuestro subconsciente ya que tenemos un “disco duro muy difícil de reformatear” y entre otros acontecimientos el responderos ahora partiendo de aquel entonces, es fundamental para mí.
He guardado vuestras cartas con gran recelo, porque aunque este año he aprendido a desprenderme de las cosas materiales para trabajar mi dependencia, todavía no puedo desprenderme de las emociones ni los sentimientos y por ello las he guardado como algo de un valor incalculable, hasta que tuviese la fortaleza para contestaros y responderos en aprecio de una manera equitativa a la que vosotros me habéis demostrado y por si se os había olvidado, yo os amo con la fuerza de los mares y con el ímpetu del viento.
Entonces ¿por qué?, si os amo ¿por qué he tardado en contestar durante tanto tiempo? Han parecido años, décadas, al menos para mí. Me obligaba casi cada día en pensar cómo responder y me decía, no lo pienses, hazlo (hacerlo sin pensar) y esos días en los que me obligaba y no era capaz de hacerlo, eran días tristes que intentaba disfrazar con el equilibrio de los días felices y ahora que me encuentro en la empresa de hacerlo, de contestaros, no me arrepiento en absoluto, puesto que esta espera merece una recompensa que creará la respuesta que realmente os merecéis por vuestro aprecio (dar para recibir) y que hasta ahora no os he podido dar, por lo que parece ha sido una período de debilidad.

Hace unos meses me di cuenta de una sentencia que se ha convertido en una máxima bastante reciente en mi vida y que poco a poco se ha ido matizando y enriqueciendo gracias al amor de los que me rodean y que dice así: “Para hacer algo que conscientemente no te va satisfacer, es decir, aquello que haces sabiendo que está mal hecho, no lo hagas”. Ahora podréis comenzar a comprender un poco en el punto en el que me encuentro puesto que contestaros en este mismo momento me llena de “orgullo y satisfacción”.

Comenzaremos con mi perdón. Las más sinceras disculpas del que ha errado e intenta subsanar el error reconciliándose con su pasado, un pasado que por haber sido tan imperfecto, ha sido muy buen maestro y ha permitido aprender de él y sobre todo aprehender del lo aprendido. Pero con esto no quiero que penséis que ha sido un annus horribilis, más bien todo lo contrario, ha sido un "annus fantásticus". El año me ha mimado con devoción pero había un problema del que no fui consciente hasta hace relativamente poco y es que el que no me mimaba, era yo.

Me fui a Hamburgo buscando y utilicé la metáfora del viajero para encontrar aquello que más anhelaba, que curiosamente no era ni aprender alemán, ni muchísima fiesta con santos de mi devoción, ni conocer gente de otras culturas que pudiesen enriquecer mi mentalidad, ni viajar muchísimo para analizar de qué carece el mundo y qué nos ofrece… no. Lo que más anhelaba, aunque todo lo anterior me ha servido en ese momento inconsciente para ahora comenzar a conseguirlo, era conocerme a mi mismo, conocer mediante el qué soy, quién soy, y como la búsqueda era inconsciente, he tenido que regresar para completar el ciclo abierto en el principio con esa búsqueda y cerrarlo con este encuentro. Por todo ello os pido perdón, porque aunque no me arrepienta de lo sucedido si me arrepiento de no habéroslo ido comunicando poco a poco, reflejo de mi falta de disciplina hasta el momento. Ahora me enorgullezco de haberme dado cuenta y de comenzar esta carta con un justificado “Más vale tarde que nunca”.

No sé cómo ha transcurrido vuestro año, ni qué habéis aprendido de ello, ni qué cosas os han hecho sentir feliz y cuáles os han llenado de tristeza. Deduzco que hay innumerables hechos que contar, desmigajar y compartir, pero como todavía no os había dado la oportunidad, comenzaré por mí desde el “principio de los tiempos” atendiendo a mi tautología. (Me gusta que este tipo de “pedanterías” consistentes en utilizar el lenguaje con congruencia conceptual las pueda hacer con vosotros cómodamente).

El viaje comenzó en septiembre de una manera bastante caótica, atendiendo a mi actual concepto de caótico, es decir que comenzó fluyendo mucho con los acontecimientos pero evitando ser consciente de ellos en todo momento. Había desarrollado una praxis en mi vida para evitar las situaciones y las personas hostiles casi “envidiable” (matizo que la palabra “envidiable” no lo utilizo como muchas personas que movidas por el orgullo utilizan el concepto de envidia sana en vez de admiración) y ahora me he ido acostumbrando a aceptar que no hay ni personas ni acontecimientos hostiles, sólo maneras hostiles de padecerlos.

En esta falsa panacea en la que me había acostumbrado a vivir hasta hace muy poco, afortunadamente la mayoría de los acontecimientos han sido vividos de una manera intensa y perceptiva pero no han sido digeridos hasta que el tiempo me ha permitido hacerlo. Y es que aunque parezca que este proceso de maduración que estoy intentando compartir con vosotros lo intente justificar atendiendo a un determinismo temporal, también soy consciente de la efemeridad del tiempo y de que si no estás atento a su determinación no serás capaz de digerirlo. Quiero decir que aunque parezca una justificación de falsa humildad, no lo es, puesto que no es resignación, es aceptación y por lo tanto también sé valorar lo acontecido y atribuirme el mérito personal si realmente lo merezco.

Como el tiempo es efímero, los acontecimientos también lo son y por ello me limitaré a utilizar los recuerdos sólo sin son necesarios y presentan utilidad concreta, porque aunque todos los recuerdos son útiles, tanto los buenos como los malos, enunciarlos sin tener en cuenta su valor, es decir, para lo que me han servido, carece un poco de sentido, y a mi no me gusta hablar sin sentido o al menos no me gusta hablar sin finalidad. Entonces, partiendo de una primera respuesta a una pregunta tan noble como ¿qué tal estás? voy a intentar responderla de manera congruente, no sólo diciendo que estoy feliz, sino que soy feliz e intentando escribir el motivo de mi felicidad, no puedo atenerme sólo a acontecimientos sino a procesos del entendimiento a partir de esos acontecimientos que es un poco a lo que intentamos dedicarnos los que anhelamos llamarnos filósofos o amantes de la sabiduría.

Estoy feliz, porque después de tanta búsqueda he encontrado una respuesta bastante convincente para el funcionamiento lógico de mi proceder cognoscitivo. ¿Quiere esto decir que he encontrado un sistema propio para comprender el mundo con sus cinco letras? Ojala! Pero desde luego la luz la he comenzado a vislumbrar que es algo de lo que todavía me siento más bien pretencioso al comunicar pero que desde luego es un sentimiento muy bello por ser tan sincero. Quizás es el fin de una etapa, quizás es el inicio de una nueva, pero puedo afirmar con cordura que ese cambio ha sido con sentido. He tenido que caer al abismo de la depresión existencial por no dejarme a mí mismo comprenderme y ahora que comienzo a saber quién soy y al estar seguro de mi vocación por contemplarla como evidente, por vivirla humildemente y aceptarla congruentemente comienzo a vislumbrar esa luz que tanto he deseado y que tanta felicidad me está dando.

No me considero nada superior por ello, pues la vocación del filósofo creo que debería aparecer en cada ser humano. Todos poseemos la misma herramienta para comprender el mundo, comprendernos a nosotros mismos e intentar comprender a los demás. Nosotros amamos gracias a esa herramienta que parece tan kantiana pero que sabemos que en el fondo él no la ha descubierto, se ha limitado a utilizarla como muchos de sus predecesores y sus sucesores en vocación. La razón me ha permitido hasta el momento satisfacer mis expectativas como buscador, como viajero hacia la comprensión y precisamente ese específico placer del saber que conoces algo nuevo pero que todavía te queda mucho por conocer, esa consciencia permanente del “ignorante abierto a aprender” es lo que me hace feliz, es lo que permite valorarme y desarrollar mi autoestima, es lo que permite no desprestigiar ningún tipo de conocimiento sin antes haberlo pasado por mi “procesador” y haber obtenido una respuesta irrefutable por la razón, por lo cual mi posicionamiento hacia las cosas todavía es ínfimo, pero existe por lo tanto un potencial que no se debería de ignorar. Quizás de esa manera creemos que eliminamos muchas creencias y prejuicios, pero obviamente el ser humano tiene que limitarse a hablar con certezas de lo contingente, de lo que puede conocer y establecer opciones posibles sobre lo espiritual y como de momento sólo se me ha dado como espiritual el concepto de Dios, en el resto de mis elucubraciones la imposibilidad de conocer no se me ha mostrado muy reducida. Ahora partiendo de este punto esencial en el que ahora me encuentro y que me es motivo más que suficiente para considerar posibilidad, la felicidad ha llegado a mi como cuándo era niño y tenía el poder de crear de la nada mediante mi imaginación una realidad totalmente imposible. Ahora que voy entrando en la madurez no quiero ni voy a renunciar a ese poder natural que los niños no se han permitido mutilar, la libertad de pensar lo que sea sin atender a normas o limitaciones sociales y culturales con las que no comparta un mismo procedimiento lógico.

He decidido permitirme amar y no sentirme mal por hacerlo, he decidido dar la oportunidad de comprensión a todo aquel que la solicite y para ello no debo sentirme mejor ni peor que el otro, sino igual en esencia, porque un mundo en el que no haya posibilidad de mejora, no es un mundo con sentido y un mundo donde reside el absurdo es un mundo infeliz y demasiadas manifestaciones a lo largo de mi vida se han apropiado de mi capacidad para creer que este mundo va en una dirección positiva aunque para poder comprenderlo por completo debería invertir un billón de vidas pero para estar abierto a hacerlo sólo necesito una y si renuncio a creer, renuncio a crear, renuncio a la labor del artista, renuncio a mi capacidad para sentir, renuncio a la posibilidad, renuncio al conocimiento, renuncio a la vida.

Comparto esto con vosotros porque habéis iniciado junto conmigo hace algún tiempo, la búsqueda, la contemplación de la posibilidad, la superación de vosotros mismos, la apuesta por el conocimiento, por lo creativo, el amor a la sabiduría, la que no conocemos pero contemplamos como posible aquella que todavía nos queda por descubrir.

Tengo muchas ganas de que nos veamos, comenzar a ejercitar lo aprendido y descubrir juntos lo “imposible”.

Os amo, Sapoconcho.