lunes, mayo 10

Metafísica para Dummies


Presuponemos la oscuridad de la nada, ¿cómo caemos en atribuciones de aquello que por definición, salvando la contradicción inevitable, es indeterminado? ¿Por qué hemos de definir la nada y sustantivarla, transformarla en un algo abstracto y carente de atributos? ¿No nos damos cuenta de que así la hacemos equívoca con el Ser? La nada no es, sin más. Toda reflexión ulterior la convierte en ente, acaso esencia, acaso Ser, por lo que tiene de indefinible. De existir la nada no puede ser más que carencia del propio existir, contradicción. No supongamos huecos y no imaginemos masas informes y oscuras como pudo hacer Michael Ende en su también contradictoria historia interminable, si lo hacemos así no podemos establecer diferencias en los modos de (no) ser de la nada y los elefantes voladores, y aquí sí, se trataría de una nada que es, por cuanto tiene de imaginaria, con lo que la nada aparece como dependiente del sujeto y, de no ser por nuestra noción de ella se quedaría en lo que nunca ha sido, mera inexistencia, indefinible, inabarcable, por cierto, inconcebible, así ¿Cómo se da entonces que sea imaginable? ¿Cómo/dónde se origina la pregunta por la nada?

¿versos?

Hace un tiempo estuve hablando con un amigo sobre nuestros intentos, más o menos exitosos, de embarcarnos en el complejo y desconocido mundo del verso. Él ha sido más valiente (también más exitoso)Yo sólo he osado aproximarme al "verso libre", y he aquí la prueba menos vergonzosa, es antiguo, así que pido perdón por no innovar, aunque para luego prometo una reflexión absurda que he tenido esta tarde.

Es hiedra,
me protege
en Yule:
los días cambian el color
el cielo se transforma en sus pupilas.

Hiedra
enredada en mis tobillos,
me mantengo inmóvil
por miedo a tropezar.
Se ha convertido en mi sustento
penetrando en mis grietas,
ha arraigado en mis cimientos.
Al crecer
me desarma,
desprenderlo de mí
hará que me derrumbe.

Imagen, en sí mismo,
de la estación proclive a la tristeza
sin embargo,
su luz invernal es ardiente
candil
en cada estancia mía.
Llama viva, incandescente
de alegría en mis manos
ansiosas por describirlo
en sus misivas
destinadas a nadie.

Manos amoratadas.
Corre por mis venas
como el frío que encarna,
se instala en mis articulaciones
dubitativas
a la hora de dar un paso.

Me mantiene entumecida,
estática,
agarrotada.

Soy estatua de hielo
vivo en invierno,
en los cielos grises.
Me creó con el aire,
mitad vaho, mitad humo
salido de sus labios.

Continúa intangible,
su tacto
me convertirá en charco.